viernes, 27 de febrero de 2009

Visceras

Vengo de una familia de clase media, tal vez media-alta, nunca hemos tenido grandes lujos, pero como buena familia burguesa, tenemos necesidades básicas que podrían ser consideradas como lujos. Tanto mi familia paterna como materna, consideran que una sana y buena alimentación nunca es un lujo, sino una necesidad que debe ser satisfecha todos los días, con productos de buena calidad. Así, comemos embutidos caros, pero no porque sean caros, sino porque son buenos (estos mantienen una proporción directa entre calidad y precio). Esa regla, sea o no verídica, la aplican a casi todos los alimentos: los lácteos, los vegetales, y por supuesto la carne. En cuestiones de cárnicos, las reglas siempre han sido sencillas, se come carne (pollo, res, cerdo, pescado) todos los días, pues son los alimentos que aportan la cantidad necesaria de proteínas.

De la mano con esa regla, nunca nunca nunca comemos vísceras. En palabras de mi abuela, las vísceras son para los perritos. Mi mamá nos educó igual, nunca comimos vísceras, y ella podría morir antes de hacerlo.

Platicaba un día con el novio, cuando descubrí que no sólo en su casa comían vísceras, sino que además le gustan. Su mamá cocinaba mucho hígado empanizado, corazón de pollo en el caldo, corazón de res asado, y otras delicias culinarias, a gusto de su familia.

Cada vez que me lo platica, procuro esconder el asco; los valores familiares no me permiten ver bien que alguien coma eso y lo disfrute, y menos cuando es la persona con la que vivo y a la que yo le cocino todos los días. La frustración que siento cada vez que le preparo un corte de carne es inimaginable.

Un día reuní valor para preguntarle sobre estas costumbres, y lo que me contestó me divirtió muchísimo. Me dijo que en su casa comían vísceras porque eran más sanas, no es la grasa o el músculo (en estos argumentos el corazón no es un músculo, sino un órgano) lo que puede aportarnos nutrientes, sino los órganos vitales que, por serlo, contenían todo lo que un humano necesita para crecer sano y fuerte. Sorpresa la nuestra cuando le comenté que ese era también el argumento en mi familia, obvio al revés, que la carne de las costillas, las piernas y el abdomen, es decir, los músculos, eran la parte más nutritiva de los animales, y que por eso los comemos.

¿Cómo puede aplicarse el mismo argumento en situaciones opuestas? ¿Quién podía tener razón, mi familia utilizando su pensamiento científico, o la suya utilizando su experiencia? Ninguno de los dos estudiamos alguna ciencia o medicina que pudiera ayudarnos a saber quién tenía la razón, así que acudimos a mi tía, química en alimentos, para darnos una respuesta. Ella nos explicó que los análisis que han realizado afirman que las vísceras contienen proteínas y nutrientes, pero no en la misma cantidad que los músculos, y que ella nunca recomendaría comer vísceras, puesto que el hígado y los riñones, al ser órganos que limpian el organismo, contienen todas las toxinas que no han permitido circular y, por ello, comerlos resulta perjudicial, e inclusive podría devenir en cáncer de hígado.

Ahora tenemos respuestas a nuestras preguntas. En cada grupo social, se crean argumentos para sostener las decisiones que toman, independientemente de que estos sean o no ciertos, sino que atienden a justificar las limitaciones económicas. Si un padre le dijera a su hijo que comen hígado porque no pueden comprar bisteces, a pesar de ser malo para la salud, todos los hijos se revelarían y el peso de la condición social devendría en una terrible tragedia.

Saber que mi prejuicio en este caso no es un prejuicio, sino una verdad, me enorgullece, ahora podré ir por la vida haciendo gestos cuando alguien come vísceras, o cuando me las ofrecen sin sentir culpa, porque sé que tengo una razón "científica" para despreciarlas, y además, puedo catalogar a la persona en el conjunto de los que comen vísceras (que ahora contiene una nota al pie: aquellos cuyo conocimiento sobre una sana alimentación es prejuiciosa).

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