viernes, 27 de febrero de 2009

Yo soy antisocial, pseudointelectual y chic!!

Maravillosa frase de una canción de Frank Delgado, que es absolutamente aplicada a mí. Yo soy antisocial, tengo menos conocidos que mis perros, soy pseudointelectual (intelectualoide es otra manera de llamarlo) porque no llego a intelectual, y obvio pretendo ser chic, pues me gusta la buena vida.

La parte rescatable de esta frase es lo pseudointelectual (intelectualoide en adelante). Por más que me gustaría, no soy un intelectual, a pesar de tener una licenciatura decente (bueno, si el derecho puede ser considerado decente) no la ejerzo ni pretendo dedicarme a ella. Me fascinan los libros, y procuro leer uno por semana o cada dos semanas. Veo cine de arte, oriental, europeo, gringo, latinoamericano y demás. El teatro es una de mis grandes pasiones, pero sólo el teatro no comercial (o cultural, institucional, o como se le llame). Escucho trova, jazz y cuando estoy inspirada Ópera (cantar Don Giovanni en mi perfectamente terrible italiano es uno de los más grandes placeres que existen).

Desgraciadamente estas características no son suficientes para ser intelectual, primero por la profesión y después porque ni leo el periódico, ni pretendo especializarme en ningún arte.

Así las cosas, soy intelectualoide, leo Algarabía y por ocio Chilango, me gusta tomar cafesitos con los amigos, filosofar, y evidentemente pasar tiempo en la Condesa. La mayor parte de mis amigos también son intelectualoides (algunos sí son intelectuales), y nos sentimos orgullosos de eso.

Sin embargo, tengo un grupo de amigos  que no comprende estos vocablos. Mandaron correos electrónicos para reunirnos, proponiendo ir al cine, Six Flags, Gotcha, patinar el hielo, cine, o jugar Rummy (los juegos de mesa son otro rasgo intelectualoide, porque no es jugar ajedrez, sino cosas más sencillas). Yo contesté que no quería ninguna actividad que un adolescente burgués realiza (imaginen a los amigos de casi 30 años patinando en San Jerónimo...), y que yo votaba por una actividad más intelectualoide. Las respuestas fueron maravillosas (mi capacidad de asombro es infinita), se sintieron absolutamente agredidos y contestaron TODOS que ellos podían reunirse y hacer cosas tontas, y que no pretendían hacer cosas intelectualoides, porque ellos eran gente mortal.

Es triste ver que universitarios, profesionistas y pretensiosamente gente pensante (repito pretensionamente, porque ya no estoy segura) no entienda un concepto que es utilizado regularmente. Ellos también van a la Condesa, y juegan Rummy. Aún así, fui execrada de ese círculo social por ser intelectualoide (quiero imaginarme la respuesta si les hubiera propuesto ir a un museo o a escuchar a la filarmónica). No me afecta el ostracismo, mis prejuicios dictaminan que cualquier persona que no entiende conceptos y agrede es sólo un ignorante que no merece mi tiempo.

Pero, todo esto no me quita la sensación de anonadamiento, ni que salga por voluntad propia de mi boca un ¡qué demonios pasa en el mundo!

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