sábado, 4 de abril de 2009

La vida muda


Sé que uno debe ser prudente cuando emite juicios sobre el trabajo profesional de otras personas, sobre todo, porque uno nunca sabe qué pasará después, y cómo puede afectarte lo que hayas dicho; así, procuro ser reservada cuando opino sobre teatro, pues es el mundo de Ángel, y no me gustaría que su trabajo se viera afectado por mi verbalización. Hoy, violentando dicha producencia, he decidido escribir MUY MAL sobre una obra de teatro.
La obra, titulada La vida muda, se presentó en el Teatro de la Paz (afortunadamente la temporada terminó el domingo), era un unipersonal (por favor, alguien dígame qué significa esto) de Trejoluna, un actor que alguien dijo que era famoso, y digo alguien, porque yo no lo había visto nunca en teatro, ni había escuchado su nombre. La obra comienza de manera extraña, un poco de juego corporal, el personaje (Ciriaco) comienza a hablar sobre los cambios en la vida, los diferentes tiempos, y otras cosas que pretendía ser intensas y profundas pero no eran más que un mal viaje digno de un adolescente marihuano; por un motivo incierto, el personaje comenzó a jadear y toser (supongo que tenía tuberculosis, o enfisema, o algo así) durante 10 minutos ¡COMPLETOS!, caminaba de un lado al otro del escenario sólo jadeando. Ahí debí de haber huído del teatro, pero el lugar en que decidimos sentarnos implicaba molestar a otros espectadores, y eso no es correcto. Tosió y tosió hasta que dejó de toser y siguió hablando... y ahí Dios nos agarró a todos no confesados... Siguieron 25 minutos ETERNOS del actor haciendo malabares o alguna pendejada en una hamaca (en las que uno SÓLO debe echarse, pues para eso se crearon) vestido sólo con un pañal para adultos, mientras pasaban imágenes de "algo", que no era claro ni el motivo ni el fin ni la causa ni nada de nada. Afortunadamente, dejó de hacerlo... para convertirse en un boxeador que brincó cual duendesito feliz otros 10 minutos... yo deseaba que eso terminara, o por lo menos que todavía entregaran tomates podridos con el programa de mano para poder aventárselo al actor, pero no sucedió; él felizmente comenzó a bailar con un vestido, después a ponerse máscaras; y depués yo cerré los ojos para contener a mi bestia.
Por supuesto, no aplaudí cuando terminó la cosa esta, salimos lo más pronto posible, y comenzamos a mentar madres. Estoy molesta por ese montaje, primero porque dicen que es teatro y no, éso no es teatro, no tiene un discurso, no tiene lógica, congruencia, y parece que el director no vio la obra nunca, es más, que ni la leyó. Es indignante que engañen así al espectador, que no muestren ningún respeto por nosotros; todo montaje (teatro, danza, performance, música, etc.) debe ser lo que ofrecen que es, no algo más. No se puede cobrar un boleto para que el espectador pase hora y media viendo cómo un actor hace pendejadas que sólo él entiende y disfruta. Todo esto es un claro ejemplo de lo que Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio escribió en su blog titulado "De qué se ríen". Ahí estamos los espectadores manteniendo porquerías que dicen ser teatro, permitiendo que ellos utilicen recursos públicos, y además acaparen espacios que bien podrían ser utilizados por actores profesionales (es decir, que saben llevar con ética y dignidad su profesión) en cualquier cantidad de montajes que sí valen la pena.
Levanto la voz y expreso mi absoluta molestia ante este montaje, esperando que quien me lea y quiera o sea espectador teatral, se manifieste también en contra de esto que dicen llamar teatro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Soy sólo yo?