martes, 25 de agosto de 2009

¡Agua va!


Sé que es un problema nacional, y particularmente de la ciudad, pero tengo que confesar que hasta este fin de semana, no nos había tocado vivirlo en "agua" propia. El domingo y hoy por la mañana, no tuvimos agua, y es extraño, en realidad, porque aquí hay cisterna automática, así que siempre hay agua. ¡Pero no el domingo! A las 8 de la mañana, tuvimos que bañarnos a mentada de madre, y hoy casi.
El asunto es, que esta situación, no sólo la mía sino la del agua en general, me hace pensar muchas cosas. Primero, me pregunto por qué nadie hace nada para purificar el agua, y que se pueda usar (acepto que mi conocimiento científico en purificación de agua es prácticamente nulo, por eso sólo me lo pregunto, hipotéticamente); o, por qué no hay una buena orientación y educación sobre el uso del agua... algo, para que la situación cambie. Porque, no es sólo que hay poca agua, sino que el uso que hacemos de ella es poco responsable y nada sustentable. Yo, puedo regodearme en que hago un uso mesurado de ella, procuro nunca desperdiciarla, lavo los trastes con la mínima cantidad posible, y así; pero, no hago otro tipo de actividades que podrían disminuir el desperdicio, como poner botes o cubetas en la regadera para usar el agua que se tira mientras espero a que se caliente... o utilizar agua de lluvia para el escusado (la idea de usar lluvia ácida para lavar los trastes no me convence, podría usarla para lavar la ropa, pero no tengo lavadora). No sé bien por qué no lo hago, podría escusarme diciendo que porque no tengo suficientes contenedores, pero sé que eso es muy fácil de solucionar.
No sé, tal vez me gustaría vivir en una sociedad, o por lo menos comunidad, en que el desarrollo sustentable y el uso racional de los recursos fuera una práctica común y seria, me sentiría más dispuesta a hacer cambios y mejorar la situación...

lunes, 24 de agosto de 2009

Boris


Hace tres años mi papá adoptó un bulldog, curiosamente los dueños ya no lo soportaban, y mi papá, que siempre quiso uno paraa usar de taburete, decidió adoptarlo. Digo curiosamente porque son perros muy caros y difíciles de conseguir, por lo que, cuando uno los compra, se sabe que son enfermizos, babosos, toscos, hacen mucho ruido (mucho), y otros pormenores.
Feliz era mi papá con Boris, su bulldog que hablaba (es decir, respondía con gruñidos cuando se le hablaba), se sentaba en una silla a la mesa para jugar rummy, y era feliz. Desgraciadamente, su salud no era muy buena, se enfermó varias veces, tuvo una gingivitis complicada que se le pasó al cráneo o al cerebro, perdió varios dientes, muchos kilos, pero seguía vivo, dando lata y haciendo ruido.
El sábado, se murió. Yo me enteré hace rato, y me quedé pensando mucho en esto, en lo triste que es cuando una mascota se muere. Sé que no es igual que la muerte de una persona, más cuando es alguien querido, pero como nadie que yo quiero se ha muerto, no sé cómo se siente. Sin embargo, he perdido varias mascotas queridas. Es muy triste y difícil, sobre todo cuando creamos lazos "humanos" con el animal, cuando lo concebimos no sólo como un animalito o una cosa (legalmente, son cosas), sino como un ser vivo, que siente, piensa, quiere, necesita y da. Sobre todo la última parte, le dan a su dueño muchas cosas alegrías, compañía incondicional, una sensación de maternidad (en mi caso).
Todos estos lazos hacen que la pérdida sea muy difícil, sin duda. Yo todavía recuerdo con nostalgia a varias mascotas que quise mucho, y murieron. Sin embargo, algo curioso me pasa: me duele, pero lo supero relativamente pronto. No sé si porque bloqueo la realidad, pero en cuanto muere una mascota, comienzo a pensar en cuál será la siguiente que la sustituirá, qué perro, raza, sexo, y cómo va a ser. Qué le voy a enseñar, y cómo nos vamos a acompañar. Tal vez, esta sea la gran ventaja de las mascotas, que pueden ser reemplazables sin gran dificultad, a diferencia de las personas, que una vez perdidas, dejan un agujero en nosotros que nada, nadie ni el tiempo podrán tapar.

lunes, 17 de agosto de 2009

La vida nueva, Orham Pamuk


Me avergüenzo de mi: olvidé que había leído este libro antes de leer La visión del ahogado. Cuando me di cuenta, no cupe de indignación ante mi inconsciente, pues el libro me encantó. Así, ahora enmendaré mi terrible olvido.
Parte de mi formación como lectora implica leer premios Nobel, no tanto porque como los premiaron DEBEN ser buenos, si no, más bien, por curiosidad científica, conocerlos, saber lo que escriben, y después poder opinar sobre ellos. Afortunadamente, me han gustado todos los escritores ganadores del Nobel (Menos Jellinek, su escritura fue para mi un suplicio), y Pamuk no es la excepción. Esta novela cuenta cómo un libro cambia la vida de Osman completamente, y acompañado de una chica, deciden ir por todo su país buscando ángeles. La historia, descrita así, resulta ñoña y poco interesante, lo acabo de notar, pero la técnica de escritura, y el cómo son completamente increíbles.
Fue, un libro que causó sólo placer en mi... menos el final, que no era el que yo esperaba (no en calidad, sino en lo que pasó), y lo recomiendo ampliamente.

jueves, 13 de agosto de 2009

Locas de amor


Como ya había visto el capítulo que pasaron hoy de Dr. House, decidí ver la nueva serie de Televisa, Locas de amor. No, no me estoy volviendo fan de esas cosas, no no no; es sólo que me llamó mucho la atención ver el trabajo de Cecilia Suárez en esta serie (porque me fascinó su personaje y actuación en Capadocia, y en el teatro). Así las cosas, hoy vi un capítulo. No sé si el primero, o cuál (el que pasaron hoy, pues), y tengo que confesar que me gustó, y mucho. Las actuaciones están bien, la historia suena interesante (tres mujeres locas), y sobre todo, el guión me gustó. Completamente recomendable para quien todavía crea, o necesite saber, que en México se pueden hacer series y programas con excelente calidad.

La visión del ahogado


Finalmente lo conseguí, después de más de un año, lo encontré en una librería de libros viejos (terrible fue que costara más que nuevo, pero los "nuevos" están ahotados, y esa era mi única opción). Además de bailar como duendecito feliz, me emocionó mucho comprarlo y leer otro más de los libros de mi súper favorito y más maravilloso escritor de habla hispana (Juan José Millás). Desgraciadamente, no duró mucho la emoción, el domingo lo comencé desde temprano, y antes de la hora de comer lo había terminado TODO, con todo y que me puse a leer, con todo y que me distraje un rato... no duró. Por supuesto, eso significa que es maravilloso, como debe ser.
Esta es su segunda novela y libro, y tiene más o menos la misma línea: es crudo, intenso, emotivo, y no pretende trascender (esto lo escribiré otro día, una más de mis disertaciones basadas en epfanías), pero es absolutamente apasionante, atrapa desde la primera frase hasta la última.
Sólo tengo un gran reclamo, descubrí hace poco que Millás ha escrito 24 libros, y en nuestro hermoso país sólo venden (o, con mucha emoción y perseverancia) 9 de ellos... los cuales, ¡ya tengo! Necesito, todos los demás. Hay cosas indispensables, y esta es una de ellas.