martes, 27 de septiembre de 2011

Sutileza brutal

Este post está inspirado en un artículo de Juan José Millás (mi más favorito y admirado escritor vivo) (Ver aquí el artículo). Desde ahorita aviso que ni mi post ni mi calidad tienen nada que ver con las de Millás (vamos, que una cosa es que yo sea bien creída, y otra es que crea que pueda siquiera intentar igualar cualquier escrito de él). Mi post sólo está inspirado en la pregunta: ¿Puede una sutileza ser brutal y sutil una brutalidad?

Por extrañas razones me sentí íntimamente relacionada con esta pregunta, pues creo que yo soy ambas, en diferentes ocasiones, a veces una situleza brutal, y otras una brutalidad sutil. Recordemos (o digamos, para quien no lo puede recordar) que mi boca tiene velocidades y objetivos indomables, que siempre escupe lo que ella (bueno, ella aquí quiere decir mi inconsciente, pero ustedes como si nada) quiere, sin darme tiempo a razonar las implicaciones de lo que dichas frases pueden acarrear.

Lo de menos son las ocasiones en las que soy simple y llanamente agresiva, por ejemplo aquella vez que mi amiga la Rasposa, de la facultad, nos contó que estaba tan triste porque había terminado con el novio, que dejó que un cigarro prendido quemara las cortinas de su cuarto, esperando morir quemada (si sí, estaba bien loca, qué podemos decir al respecto), cosa que no pasó, evidentemente. Un par de horas después de escuchar esta ridícula historia, el ex novio se sube en el mismo pesero que nosotras, y de mi boca salió un: ¿no piensas en estos momentos que hubiera sido mejor morirte en el "incendio"? ¡¡Pero qué demonios me poseyó para decir algo así!! Todavía le busco respuesta a esa pregunta.

Esas agresiones sociopáticas no tiene mayor ciencia, las que sí, son las de sutileza brutal, es decir, aquellas ocasiones en que dices la verdad de la forma más pura y dura, pero a través de un discurso tan sutil, que el otro ni siquiera lo ve venir, es más, inclusive después se va como con un dolor en lo más profundo de su alma, sin saber por qué le duele o qué pasó. Estoy intentando recordar alguna que valga la pena, pero sólo recuerdo aquella en la que fuimos a comer varias personas (cambiaré la relación y nombres por el bien de mi vida e integridad), al ordenar las bebidas, C*** pidió una León (cerveza) y yo también, y cuando H***  nos volteó a ver, yo le dije que nosotras tomábamos cerveza oscura porque las mujeres jóvenes, inteligentes, cultas, guapas y divertidas sabían que la cerveza clara era para el opuesto de nosotras... después de unos segundos, H*** pidió también una León. Claro, sería mucho más interesante si pudiera yo dar detalles de H***, que nos permitieran conocer su contexto, pero creo que para los fines explicativos de este post, no es necesario.
Lo mejor de decir las cosas así es que no hay sentimiento de culpa ni remordimiento, uno dice las cosas de forma amable, y si el otro no las escucha o registra adecuadamente, es cosa de su inconsicente. Al final, cada quien tiene que cargar con su propio insconsciente, digo, cruz.

¿Alguien más peca de este mal/virtud?



2 comentarios:

  1. Es probable que las dos estén cercanas en el efecto y que la "brutalidad sutil" sea un mal menor que la perversidad y la "sutileza brutal" un mal menor que la ironía inmoral. Pero todos sufrimos de algo de ira insconsciente, más que subsconsciente, para mí me aplico esa máxima de Jean de la Bruyére: "Es una enorme desgracia no tener talento para hablar bien, ni la sabiduría necesaria para cerrar la boca".

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  2. Pitt: Me gustó mucho tu cita, y me encanta lo de que una brutalidad sutil sea menor que la perversidad, y la sutileza brutal un mal menor que la ironía inmoral. Tendré que citarlos!!

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¿Soy sólo yo?