miércoles, 23 de noviembre de 2011

El día más feliz de tu vida

¿No les encanta esta frase? Y no sólo aplicada a la boda (que es, obvio, el día que debe ser el más feliz en la vida de toda mujer), sino al día del examen profesional, al nacimiento del primer hijo... vamos, a cualquier día "importante". Y ése es justo mi punto el día de hoy: nos enseñan que hay sólo un día importante, que lo que importa no es el proceso sino un determinado momento.

¿Por qué el día más importante de tu vida debe ser la boda y no el resto de tu vida (es decir, de tu vida de casada)? Y, como consecuencia, vierten toda su energía, dinero, ilusiones, emociones, etc., en un día específico, no en una vida, no en un plan de pareja/compañeros/almas gemelas. Así, toda tu vida, todo el sentido de tí misma, de quién eres y quién serás se vuelca en tu boda... un día, además, lleno de estrés, angustia, emociones encontradas, mil cosas.

¿Y luego? ¿De dónde sale la energía, esperanza, ganas, amor y demás para continuar el resto de tus días? Si nuestra vida es un conjunto de días, ¿no debería ser éste conjunto lo más importante? 

Yo, que tengo muy buena memoria, recuerdo muchos días de mi vida, no sólo importantes sino también algunos intrascendentes (¿será?), y a pesar de que amo las listas, sigo sin poder elegir cuál ha sido el día más importante de mi vida (y no es que no haya tenido días importantísimos, tanto buenos como malos). Puedo enunciar algunos de los mejores momentos con ciertas personas, individuales, de logros profesionales o escolares, los días más tristes de mi vida, pero no me gusta pensar que mi vida es eso: el día más importante y todos los demás. No puedo.

Me gusta pensar que la vida es importante en sí, y que cada uno de los días que vivimos es importante porque los vivimos y como consecuencia, estamos aquí, hoy. Con tantos días vividos, tantas emociones sentidas, tantas situaciones compartidas, tanto amor dado y recibido, tantos recuerdos tontos, divertidos, tristes, angustiantes, ¿por qué tendría que ser importante sólo uno?

martes, 8 de noviembre de 2011

Los sacrificios que uno hace

No sé por qué, de dónde salió, quién lo inventó o quién lo patentó, en realidad, no sé nada de su origen o causas, pero sí sé que es algo que sucede y no sólo eso, sino que nos educan a hacerlo: sacrificarnos por alguien más.

Y no lo digo en el sentido que uno entendería, es decir, hacer algo por alguien que queremos, pero algo que valga la pena, que sea importante, trascendente. No, lo digo en las acciones comunes, del día a día. Nos educan a sacrificar un montón de cosas por las personas que amamos, porque eso es el amor (y luego se preguntan por qué hay tantos psicólogos, psicoanalistas y psiquiatras).

Aterricemos: 
  • Comer menos porque llegó alguien más a comer sin avisar, y no alcanza la comida, así que una (o quien cocine, pero yo aquí hablo de mí) le da a los demás la cantidad "normal" de comida, y te quedas con menos tú;
  • Esperar horas a tu pareja para comer, porque va a llegar tarde, porque algo pasó, o porque esa es la hora a la que llega y, aunque pasa ya la hora de comer, te esperas porque eso debes hacer;
  • Tienes poco dinero y necesitas comprarte algo (ropa, medicinas, etc.), pero decides no hacerlo para comprarle a quien amas algo que él también necesita o, simplemente, quiere;
  • Quedarte hasta las tantas despierta, esperando a que el otro llegue.
Por el momento sólo se me ocurren esas, y en realidad lo importante no es tanto cuántas situaciones de sacrificio existen, sino la razón de que existan. Entiendo que el amor es dar, compartir, querer que la persona amada esté bien y hacer todo lo posible por procurárselo PERO, siento que entre esto y la realidad hay un espacio, a veces bastante grande, en el que amar es simplemente un sacrificio constante, y eso me parece insano.  No entiendo cómo es que el amor es quitar y no construir, me parece un poco incongruente que queramos crecer con alguien y que el precio sea quitar y quitar y quitar. No veo cómo mi pareja se va a sentir más amada si cuando llega a la casa yo estoy muerta de hambre, con un humor del carajo, con ganas de matar a alguien y con dolor de cabeza, sólo por AMOR, porque debo estar así. ¿No se sentiría él más amado si cuando llega yo ya comí, y por ende estoy sonriente y amable, y tengo ganas de estar con él, escucharlo, hacerle cariñitos y servirle la comida? Creo yo, que pensado así, suena mucho más lógico primero satisfacer nuestras necesidades básicas para poder, a partir de una completud (no sé si esa palabra exista. Si no, significa que estamos completos), darle a él todo el amor que tenemos y sentimos y queremos darle, y no darle sólo las consecuencias negativas del sacrificio. Seamos honestos, ¿quién puede amar cuando eso implica estar mal? y ¿cómo esperamos que el otro nos siga amando cuando lo que le damos implica tanta molestia?


No me gusta, así no crecemos, nos estancamos, basamos nuestro amor y una relación (o todas) en una lista de sacrificios hechos que esperamos sean reconocidos y recompensados más pronto que tarde. Por eso, también, cuando las relaciones se terminan, sólo nos queda un gran vacío, sino una incomprensión de qué por qué salió mal cuando sacrificamos todo, porque construimos el amor a partir de lo que nos quitamos, no de lo que dimos. Como si el sacrificio fuera garantía de algo.

Antes yo funcionaba así, a partir de los sacrificios, pero de un tiempo acá me di cuenta de que era estúpido, y ahora primero satisfago mis necesidades y después le doy a él. Y sí, somos mucho más felices.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Cómo afecta.

No sé por qué, con una mala noticia (mi despido) que cambia, evidente e irremediablemente mi vida, mis ganas de escribir se esfuman. 

Y, es que, aunque suene ridículo, soy una mujer de costumbres, que ama el orden y la planeación (que no forzosamente la rutina), y dejar de trabajar le ha dado en la madre a las costumbres. Me enoja que en esto nunca nadie repara, que ir a trabajar es más que un trabajo o el dinero que recibimos por hacerlo, es rutina intestinal (porque eso también se ha visto afectado), es dormir bien, es tener amigos con los que platicas todos los días, tener una organización y control sobre tus alimentos (porque yo hacía de comer y comía balanceado de lunes a viernes), es estar separada de tu pareja y por lo mismo extrañarla y ansiar el momento en que llegas a casa a estar con él (o ella), es tener una razón para levantarte bien temprano todos los días y que rindan, es querer hacer más. Porque así me sucede a mí, mientras más actividades tengo, más ganas de hacer más me dan, pero mientras menos... puedo quedarme acostada en la cama días seguidos sintiendo frustración por lo que vivo.

Es terrible, porque la gente que se entera tampoco repara en ello, todo lo contrario, ven las ventajas de despertarse temprano, y sí, les parece terrible que no tengas un ingreso. Pero, ¿y lo demás?

Por eso, siento que no quiero escribir, me da tristeza checar los blogs que sigo, porque para el mundo la vida sigue y para mí, está detenida, en espera de algo... de entender, de sentir... no sé, de algo...