martes, 20 de noviembre de 2012

Cuídate

Sí, soy bien cuadrada, me gusta que el mundo, principalmente el mío, funcione como YO considero que es la mejor opción. PERO, también soy una persona tolerante, mucho más de lo que puedan creer los que me conocen (aunque, si me conocieran, lo sabrían), y entiendo que cada quien tiene inconsciente, deseos, necesidades y demás. El problema empieza cuando queremos que los demas hagan lo que uno quiere, o cuando emitimos juicios sobre su actuar en función de nuestras necesidades.

Claro, aquí viene el ejemplo.

Por varias situaciones (algunas ya escritas aquí), he pasado unas semanas de muchísimo estrés, angustia y pánico. No han sido días normales, aunque yo he sido más yo que en los últimos años (cosa extraña, lo sé). El único gran síntoma que he presentado es la falta de hambre. El último mes prácticamente no he tenido hambre (y yo no perdonaba una comida, así como los hobbits) y he comido muy poco. Como buena estudiante de psicoanálisis, lo veo como un síntoma y decido dejarlo hablar, no callarlo ni negarlo; si está aquí y se presenta es porque mi inconsciente habla y mi única respuesta debe ser escucharlo, no hay ciencia oculta. Por supuesto, una cosa es que escuche el síntoma y otra que sea bien pendeja, y no.

Esa es la razón por la que decidí comprar suplementos alimenticios y desayunar uno, así por lo menos sé que una gran cantidad de nutrientes y vitaminas entran en mi cuerpo, y no me desnutro. Además, todos los días procuro comer un poco de carne, pollo, algo con proteínas. 

Lo que me enoja es que cuando he comentado mi falta de hambre, quien escucha suele contestarme con un diarréico: cuídate, por favor, no te descuides, no te puedes enfermar ni tener anemia ni nada parecido. ¿Pero qué no ven la diferencia? ¿No es claro que si estoy tomando suplementos alimenticios y comiendo cárnicos, me estoy cuidando? ¿En qué mundo sería mejor que comiera como cerdo? O, peor aún ¿que negara que algo me está pasando y que afecta, que no logro verbalizar del todo, que escapa de mi conciencia?

Y, al final, mi pregunta es ¿no es mi vida? ¿no he mostrado que puedo hacerme responsable de ella y de mis decisiones? ¿dónde queda la confianza? (aunque esas sean tres preguntas, no una).

sábado, 17 de noviembre de 2012

Haruki Murakami

Podría afirmar que todos hemos escuchado algo de este escritor japonés, tal vez hasta que en los dos últimos años ha sido un probable candidato para el Premio Nobel. Es más, muchos podrían ya tener una opinión sobre él, buena o mala. Yo, por mi parte, tenga una opinión muy clara sobre él, y es buena. Pero, comencemos por el principio.

Hace un año, en mis múltiples visitas a las librerías, veía los libros de un autor oriental, Haruki Murakami, no sabía nada de él, sólo que había muchos libros suyos. Tomé, en alguna ocasión uno y leí la contraportada, pero no me pareció muy interesante; sonaba interesante, pero no tanto como para arriesgarse, así que lo dejé pasar. El problema era que cada vez que iba a la librería los veía y ellos me veían a mí, había un poco de comunicación pero yo seguía incierta. Claro, como siempre pasa, un día decidí que sería buena idea leer aunque fuera uno de sus libros, así que le pregunté a un chico que trabajaba ahí, y su respuesta fue "es muy onírico, yo no lo he leído porque no me gusta esa literatura, pero todos dicen que Sputnik, mi amor es buen libro". No puedo creer que le hice caso al mentecato ese, un chico que se dedica a vender libros y ¡no lee ni sabe de libros! es el colmo de los colmos.

De todas formas, decidí comprar el libro, y leerlo. Para ser honesta, me pareció que estaba muy escrito, pero la historia no me fascinó. Además, no es onírico, pues esa palabra significa relativo a los sueños, es más bien realismo mágico o realidad alternativa, es decir, son historias que acontecen en nuestro mundo y realidad, pero también pasan cosas que "no existen" o que no son parte de nuestra realidad, hay una realidad mágica, alternativa. No sé bien cómo describirlo sin que suene a García Márquez o Tolkein. El asunto es que pasa en la realidad, pero tiene tintes de ficción.

Entonces, Sptunik, mi amor, no me gustó mucho, pero tampoco me disgustó como para dejar a Murakami por la paz, había algo en su forma de escribir que me interesaba mucho.

Cuando compré las obras completas de Freud, me dieron muchos, pero muchos puntos para comprar más libros, así que me aventuré a comprar 1Q84, tenía que descubir cuál era la razón de que fuera un Best Seller, por qué se hablaba tanto de él. Oh sorpresa mía cuando lo leí. Estaría de más decir que lo leí rapidísimo, los tres libros en tres semanas (son 1,500 páginas, aproximadamente), y que me parecó increíble, muy bien escrito, una historia novedosa, sencilla pero con personajes complejos... vamos, que hay que leerlo.

Así, Murakami ingresó en mi lista de escritores favoritos y consentidos. En una siguiente visita a la librería, compré Tokio Blues y El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas. No he leído Tokio Blues aún, y llevo la mitad de El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, y éste, me parece que es, por mucho, su mejor libro. La forma en que escribe, cómo describe a los personajes, sus pensamientos, las situaciones, es impresionante, acertada, compleja. 

No quiero contar de qué van los libros, porque sin duda deberían leerlos y, después, podríamos platicar sobre ellos.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Arriba del refrigerador

Con los cambios caseros que vivo, hoy surgió una pregunta ridícula en mi cabeza, completamente sin importancia, pero que me ha dado vueltas la última hora, así que he decidido escribirlo.

¿Para qué sirve la parte de arriba del refrigerador? ¿Alguien lo ha pensado?

Y no, no tiene una respuesta tan sencilla, aunque parezca. Tal vez, es algo que nadie nunca ha pensado con detenimiento, pero ahora que está aquí, no nos queda de otra. Arriba del refrigerador... si el refrigerador está empotrado en un lugar especial para él en la cocina, no hay nada más, simplemente pared o anaquel o lo que sea, pero, si el refrigerador simplemente ocupa un espacio en la cocina, la parte superior está al descubierto y libre... ¿para qué? En mi caso, encima de él está el microondas y un montón de cajas y cosas que no solemos utilizar nunca, y las herramientas. Pero, me sigo preguntando, ¿qué haces con ese espacio? Si el techo de la cocina es alto, tienes mucho mucho espacio hacia arriba y, no usarlo, sería un desperdicio. Así que, te planteas la pregunta ¿qué pongo ahí encima? ¿Cosas que no uso? ¿Otros accesorios y menesteres para cocinar? ¿Qué?

Es muy misterioso, MUY misterioso, y lleva a un montón de decisiones que eventualmente tendrás que tomar. Sobre todo si eres como yo y cada cosa tiene un lugar determinado, así como que todos los espacios que existen deben ser ocupados para algo (así sea para ser vacíos, es una decisión que debe tomarse y mantenerse).

¿Existen más lugares misteriosos en la casa? ¿Otros espacios que permanecen como misterio porque cada persona les da un uso diferente?

sábado, 10 de noviembre de 2012

Asuntos pendientes

Solemos ir por la vida sin considerar el futuro, no los planes o fantasías que tenemos sobre nuestro futuro, sino más bien lo que puede pasar después, dando vuelta en una esquina, los imponderables que a veces arrollan nuestro ser, lo inesperado.

La vida es un plan, una gran fantasía y sólo pensamos en eso y en naderías. Y, de repente, te golpeas contra lo Real, eso que existe y está y no has ni considerado ni imaginado ni simbolizado, lo que ni siquiera sabes cómo nombrar, expresar, sentir. De madrazo lo tienes ahí y se te mete, comienzas a sentirlo en la boca del estómago, en el corazón, en el pulso, el sudor, la piel, la espalda... todo el cuerpo se llena de realidad y pierdes control. Buscas palabras para explicarlo, entenderlo, pero no las encuentras; escuchas una voz en tu cabeza que grita y llora y berrea de dolor y angustia y no puedes callarla, no puedes pararla, ni siquiera puedes entenderla o sentir empatía. Todo tu ser ha sido invadido de eso: angustia.

A veces, cuando lo Real está aquí, cuando la angustia te respira, sientes que vas a morir de dolor, deseas morir sólo para que pare, es insoportable, y no sabes siquiera si en algún momento se irá. 

Ante lo inesperado y una posible muerte, te preguntas qué has hecho, cómo pudiste pasar tanto tiempo perdido en pendejadas cuando lo importante estaba ahí, ignorado, arrumbado. Cuando tu padre está tan enfermo en el hospital y nadie sabe si vivirá o no, te preguntas si tienes asuntos pendientes, si has sabido perdonar, entender, aceptar, querer... cuando has perdido a las personas amadas y más importantes, aprendes que el tiempo no está comprado, que cualquier día vienen los muertos por alguien más; y sólo tienes una opción: no dejar asuntos pendientes, ser y sentir sólo eso, lo que eres y sientes, aceptar y escuchar a los demás, dejar las expectativas a un lado y aprender a vivir con el otro como él/ella es, sin más.

Cuando la muerte está tan cerca, la angustia te ahoga y corroe, la incertidumbre es absoluta. Agradezcco que, pase lo que pase, no tengo asuntos pendientes, que he amado, aceptado y disfrutado a mi papá como él es, sin esperar más, que he dejado las expectativas, reclamos y necesidades no cumplidas atrás. Que hoy, ya no importa lo que pasó, sino lo que vivimos en el presente, y que si no hay un futuro, tampoco habrá nada que cause culpa, palabras que no se dijeron, dolor por haber dejado pasar momentos importantes.

Si la muerte llega, sé que el tiempo que tuve fue aprovechado.

martes, 6 de noviembre de 2012

Enjundia

Tiene mucho que no escribo sobre las palabras. Es una desgracia y vergüenza, pero con el tiempo retomaremos esta actividad diariamente.

Para el día de hoy, escogí una de mis palabras favoritas ENJUNDIA, y no porque la palabra en sí me parezca hermosa, más bien por lo que implica. Yo soy la reina de la enjundia, me emociono y canto por cosas "insignificantes", soy intensa en clase, cuando hago ciertas actividades... vamos, que le echo enjundia y emoción a mi vida.

Como era de esperarse en mí, de repente me surgió la duda del significado, podría ser otra palabra que yo use como si supiera qué significa, y en realidad no sé qué significa. Así pues, el DRAE me ayuda:
enjundia.
(Del lat. axungĭa, grasa para el eje).
1. f. Gordura que las aves tienen en la overa; p. ej., la de la gallina, la pava, etc.
2. f. Unto y gordura de cualquier animal.
3. f. Parte más sustanciosa e importante de algo no material.
4. f. Fuerza, vigor, arrestos.
5. f. Constitución o cualidad connatural de una persona.

Obviamente, casi muero de la risa al leer las primeras dos definiciones. Primero, porque no sé qué diablos es la overa, y mucho menos sabía que las aves tuvieran una; después, porque el unto tampoco es una palabra que conozca (¿¡Qué pasa!?); y, finalmente, porque yo no pienso en gordura ni nada así cuando digo que soy enjundiosa (todavía me quedan unas carnes extras, pero son las menos).

Las siguientes tres definiciones me gustaron más, sobre todo la tercera, que sea la parte más sustanciosa e importante de algo no material lo define completamente, incluso más que la fuerza, es ese extra, ese algo, que le da un valor o lugar diferente. Me gusta.

Menos mal que sí soy enjundiosa cuando digo que lo soy. Y, sobre todo, que le puedo echar enjundia a la vida.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Es como andar en bici

Me encanta esa frase "es como andar en bici, una vez que aprendes, no lo olvidas", el problema es, ¡cuando no sabes andar en bici!

Que era mi caso. Bueno, para ser exactos, sí aprendí a andar en bici de niña, pero no lo disfrutaba, los nervios del principio, cuando la bici se mueve horrible y no te equilibras, saber que en un segundo puedes terminar tirada en el piso por tonta... no ayudan a disfrutarlo, así que yo dejé la bicicleta muy chica y no la volví a usar.

Mi primera bici era hermosa, no sé si fue regalo de cumpleaños, navidad o reyes, pero era una bici rosa, con canastita, rueditas, y yo me sentía la reina de las flores en ella. Iba arriba y abajo en casa de mis abuelos, le ponía cosas a la canasta, era muy feliz. Después me regalaron/compraron una bici roja, muy bonita, pero recuerdo que no la disfruté tanto. Vivíamos en una privada de edificios y había espacio para andar en ella sin peligro, pero no me gustaba, no estoy segura de por qué (o tal vez sí, pero no lo recuerdo). Por alguna extraña razón, cuando cumplí 9 pedí una bici "con velocidades", de esas que son bien chingonas y para "profesionales". Tampoco la usé mucho, de hecho ni recuerdo qué pasó con ella; sólo recuerdo que no salió buena y tuvimos que cambiarla por otra, y tal vez esto terminó con el gusto por ella.

Al final, a los 10 años dejé de usar bicicletas y no me interesaba subirme en ninguna. Así pasó el tiempo, y desde hace 2 años, me entraron ganas de tener una, de andar en la ciudad en bici, de poder transportarme de una forma sana y menos complicada que un auto. Vamos, tenía muchas ilusiones por tener mi bici, P E R O, no sabía andar en bici y aprender otra vez me aterraba. De hecho, me daba tanto miedo subirme a la bicicleta y comprobar que no podía, que retrasé y retrasé mi plan de comprar una. Lo peor es que, aunque quería tener una y usarla, no podía con el miedo, la inseguridad, la posibilidad de frustración e incapacidad. ¿Qué tal que yo fuera la excepción? ¿Que no pudiera andar en bici? Mil preguntas que, sin tener certeza de poder, me impedían hacerlo.

Ahora, que me he encontrado y he decidido dejar de postergar lo que quiero, me decidí a aprender. Así que, pedí asesoría teórica y el sábado, con todos los nervios del mundo, un miedo terrible y mucha emoción, tomé la bicicleta de Ángel y salí a aprender. Arriba de una banqueta (para evitar que me mataran los coches), de una esquina a otra, con calma, yo sola, sin problemas ni presiones...

¡Cuánta emoción y estrés! ¡Cuántos nervios! Y, sobre todo, cuánta felicidad por darme cuenta que sí sabía andar en bici, que era capaz de equilibrarme, de no estamparme con las paredes o árboles, que podía frenar y no terminar en el piso. Claro, la voz en mi cabeza se la pasaba gritando, en cuanto me preparaba para subir los pies a los pedales, escuchaba un grito de terror/emoción en mi cabeza, y yo contestaba "con calma, no pasa nada, sí podemos, no es tan malo" y la voz gritaba y gritaba y gritaba. Afortunadamente, mi emoción y "éxito" pudieron más que ella, y después de una hora de ir de esquina a esquina en la banqueta, me agarré los huevos, bajé la bici, y anduve cuadra y media en la calle, con coches pasando cerca de mí, hasta mi casa. ¡Como si hubiera ganado el Nóbel! La emoción, el orgullo, la felicidad, todo corría por mi cuerpo y sólo quería bailar como duendecito feliz. Así de fácil, en un rato pude tomar las riendas de mis miedos y reaprender algo y disfrutarlo.

Para que vean de qué estoy hecha, ja. El domingo salí a que me enseñaran a dar vueltas, porque ese fue el problema el sábado, no sabía dar girar y no podía dar la vuelta a la cuadra. Y aprendí. Con un poco de dificultades y miedos, pero ahí iba, vuelta cerrada, zigzag, vuelta abierta, la voz grite y grite, mucha emoción, niños a mi alrededor demostrando que ellos YA sabían andar en bici (y yo estoy muy grande para apenas aprender, eso es un hecho).

A veces no entiendo cómo puedo pasar tanto tiempo sumida en miedo y no vencerlo, domarlo y hacer lo que quiero, el placer obtenido es mucho mayor que el miedo, el problema es lo mucho que lo retraso. Eso sí, ahora que el miedo no será quien mande, seguiremos aprendiendo, capaz que en una de esas nos damos  cuenta de que somos más y podemos más de lo que siempre pensamos.

Sería una grata sorpresa.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Interpretaciones, pero a la letra

Todos hemos escuchado algo sobre psicoanálisis y sobre Freud, sabemos que plantea que cada individuo tiene una parte consciente y otra inconsciente, y que esta parte inconsciente se manifiesta, de vez en cuando (o siempre) en lo que hacemos, decimos o callamos. También hemos escuchado que existe el complejo de Edipo y que todos fantaseamos con tener relaciones sexuales con nuestra madre (si se es hombre, o con el padre, si se es mujer). Es más, habrá quienes saben que el psicoanálisis es un tipo de "terapia" que se realiza en un diván.

Ese inconsciente que tenemos se interpreta, porque no "habla" él solo, sino que se cuela en el discurso. Seguro les ha sucedido que de repente dicen algo que no querían decir, se equivocan en un nombre, olvidan un compromiso, etc. Hasta hace poco, me di cuenta (en una clase) que el inconsciente sí se interpreta, pero no como yo lo había entendido, o como creo que todos lo entendemos: se le da otro sentido diferente a lo dicho, se le busca algo escondido y tratamos de encontrar una razón, desconocida, por la que se manifestó.

La interpretación que se hace del inconsciente es, en términos Lacanianos, a la letra, es decir, que el inconsciente habla de forma literal, se manifiesta así, ahí, y no hay que buscarle ningún sentido oculto o sexual. Es más, en caso de que el discurso del inconsciente no sea claro, sólo quien lo dijo (el dueño del inconsciente, vaya) podrá darle peso o sentido a sus palabras. Yo, como escucha, no puedo decidir que se equivocó porque seguro estaba pensando que su novia el otro día le dijo que Juan era un chico muy guapo y él se sintió inseguro, porque cuando era niño, la mamá lo "abandonaba" para irse a trabajar y él lloraba mucho. No, aunque suene más interesante y tipo telenovela, no funciona así. Es más, si quien habla se equivoca y no lo rectifica, o reconoce o da importancia es, simplemente, porque no la tiene.

Así que, aquí estamos nosotros, en un mundo donde no hay "intenciones escondidas", en el que lo que se dice es sólo lo que se dice, independientemente de que lo sepamos o no (es decir, sea consciente o inconsciente). Y esto, podría facilitar mucho las relaciones con los demás, porque le quitamos el melodrama y la angustia, dejamos que sea simplemente lo que es y que lo "oculto", permanezca ahí, hasta que se manifieste.