domingo, 13 de julio de 2014

Amor (ensayo psicoanalítico)

Tomé un seminario sobre "el amor", desde la perspectiva del psicoanálisis freudiano/lacaniano y, para el cierre, nos pidieron que escribiéramos algo sobre eso (se dice, en la jerga lacaniana, producir un saber). Así que, yo escribí algo, y lo comparto, por pura vanidad y ocio.

El amor se entrelaza con el deseo y el goce, no se presenta en el sujeto de forma independiente, no puede ser colocado sólo en uno de los tres registros, no es una etapa en la vida, o sólo un momento fugaz que puede o no presentarse. El amor se encuentra inmerso en el sujeto y todo lo que de él deviene.
            Podríamos decir que todo sujeto es consecuencia de deseo y/o goce, pero no todos lo son del amor, es más, no todos viven el amor desde que nacen. Al hablar de necesidad-demanda-deseo, se plantea que la primera es fisiológica, la segunda implica no sólo la satisfacción de una necesidad, sino “algo” más: deseo. No existe demanda alguna que no sea eso, pero no sólo eso, algo más. Se dice que a partir del segundo llanto de un bebé, lo que demanda no es ya el alimento, sino lo que lo acompaña: el abrazo de la madre, la mirada, la voz. No puedo pasar por alto que hay niños que nacen y no lo reciben, son alimentados por alguien que no tiene lazos con ellos (una enfermera en el hospital), o por una madre que no muestra amor o deseo por él y, aún así, el niño llora y pide algo más; más allá de la satisfacción de una necesidad, ése niño llora y, por ponerlo en palabras, demanda amor. Pareciera que esta demanda de amor se encuentra incrustada en el sujeto y no responde a una experiencia anterior, no es repetición (o tal vez lo sea, de ese momento mítico de completud) y, sin embargo, es a partir de la repetición que se presenta. Freud escribió que uno siempre vuelve a los primeros amores, y tiene razón en tanto que el primer amor está relacionado con la completud, con la no-falta, con un Otro que está completo, que el sujeto mismo completa.
Si bien es cierto que ese algo que está más allá y al mismo tiempo inmerso entre la necesidad y la demanda, es deseo, me parece que no es sólo deseo, sino amor. Amor que se entrelaza con el deseo.
El amor falla, y falla siempre, se coloca como velo de Das Ding, pero es sólo un señuelo, porque el vacío permanece y, mientras más se oculta, más se evidencia, tal vez en otro lugar. Es a partir del registro simbólico que uno trata de acercarse a Das Ding, encontrar un significante que pueda significarlo, pero no puede más que bordearlo, dar cuenta de él a partir de la imposibilidad del lenguaje de nombrarlo todo; y es también ahí donde lo real se manifiesta, porque el amor se manifiesta el cuerpo, y el sujeto nada puede decir de ello, lo atraviesa, es verdad que escapa al saber. Es a partir del amor que algo de la verdad del sujeto se le presenta, la posibilidad de una respuesta a la pregunta ¿quién soy yo? Aunque la respuesta sea insoportable.
            Para mí, el amor es complejo e insostenible, implica hacer lazo con otro (tal vez con el gran Otro) en los tres registros: imaginario, porque no es cualquiera, es ése, es mirada; real, porque implica al goce, esa forma particular en que cada sujeto goza, escapa a las palabras, al saber, porque no tiene respuesta, va siempre “más allá”; es simbólico porque debe nombrarse, engancharlo en una cadena que pueda bordearlo, que pueda tocar al otro, que sea voz. Finalmente, en este lazo que implica al otro, algo debe regresarle al sujeto, algo que vaya más allá deese amor narcisista que el sujeto lanza al otro y recibe de vuelta; se le llama ser amado, ¿pero qué es eso? ¿dónde se siente? ¿qué le da existencia que no sean sólo las palabras? ¿cómo es que puede uno “sentirse amado”? ¿O será que la única respuesta me resulta insuficiente: es a partir de la voz, de la mirada?
            Tal vez el amor falla porque el otro amado hace semblante de objeto a, obtura la falta y, al mismo tiempo, la evidencia en ambos. Después de que ha pasado el enamoramiento, y el objeto a ha caído como resto, no queda más que levantarlo, sacudirlo y acomodarlo en otro lugar, que permita al sujeto sostenerse en el deseo, en la soledad que éste implica, y crear algo que sea nuevo y pueda hacer signo en el sujeto.  Me gusta pensar que es justo el amor, lo que hace posible que el sujeto decida sostenerse en el deseo.


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